diciembre 18, 2011

Evolución de formas laborales en Rosario. Artículo publicado en unr.edu.ar por Juan Pablo Hudson

El mundo del trabajo contemporáneo es realmente complejo. Existen estadísticas que marcan transformaciones recientes contundentes: en el 2002 el índice del desempleo en el Gran Rosario ascendía al 24,3%; en la actualidad, por el contrario, ese porcentaje se redujo hasta el 7,8%.

Este retroceso notable de la cantidad de desocupados en un contexto de repunte de la actividad industrial ha sido acompañado y celebrado por voces que afirman un retorno del trabajo e incluso de la progresiva reinstalación de una incipiente sociedad salarial. Ahora bien, sin perder de vista estas cifras, vale la pena indagar de qué maneras se han ido reconfigurando los circuitos productivos y el mapa laboral. Siguiendo al Colectivo Situaciones, debemos mencionar que lejos de una reposición literal del trabajo, lo que vemos consolidarse es el trabajo multiforme. Es decir, la emergencia de múltiples formas laborales que incluyen desde cooperativas (autónomas o con financiamiento estatal), nuevos subsidios, la reactivación y consolidación de ciertas ramas y gremios de la industria, y la masificación de condiciones de precarización difundidas de diversos modos, incluidos los casos de neoesclavitud en talleres o fábricas clandestinas. La pretendida hegemonía de la industria y del trabajo formal se ve desbordada por la combinatoria de empleos y estrategias para generar ingresos.
 

Se suman también otro tipo de situaciones que cuestionan esta supuesta reposición literal del trabajo. En las cooperativas autogestionadas por obreros se incorporan trabajadores jóvenes a medida que se logran ciertos niveles de crecimiento. Las investigaciones que llevé a cabo con estos jóvenes -entre 18 y 25 años- me permitieron conocer que sus vidas han estado  signadas por la alternancia o combinación entre períodos de desocupación y realización de changas, empleos en negro y cobro de subsidios estatales, y la asunción de todo tipo de trabajos precarios y temporarios. Ocurre entonces que a pesar del cumplimiento estricto de las condiciones de trabajo en las cooperativas, e incluso que en ciertos casos se los incorpora como socios plenos, los pibes permanecen en las fábricas durante tiempos muy breves, se ausentan en forma reiterada, no cumplen con los horarios, rechazan cualquier marca disciplinaria, y manifiestan un desapego con las tareas que realizan. De allí los conflictos y desencuentros generacionales que se generan con los obreros más grandes. Para estos jóvenes, según testimonian, el trabajo no se inscribe como el organizador principal de sus vidas, ni es una marca decisiva en la construcción de su identidad, ni tampoco es una fuente de orgullo y dignidad. Más bien aparecen otro tipo de experiencias decisivas, como puede ser el consumo, las amistades, las salidas nocturnas, los viajes o el tiempo libre. Se trata de jóvenes que, a diferencia de los obreros de mayor trayectoria, no fueron socializados ni subordinados bajo los preceptos del sistema fabril.

¿Debemos añorar la eficacia disciplinaria del viejo sistema laboral?
No. Más bien comprender –evitando sentencias morales- qué nuevos sujetos se incluyen en el multifacético escenario actual y qué nuevos horizontes en materia de trabajo pueden abrir los jóvenes.

Trabajo multiforme, nuevas generaciones que no producen su subjetividad e identidad en las experiencias laborales que transitan, son algunos rasgos esenciales de nuestra época que remarcan la extensión y profundidad de las transformaciones ocurridas en las últimas décadas. 

Por Juan Pablo Hudson Doctor en Ciencias Sociales (UBA). Licenciado en Comunicación Social (UNR). Becario Postdoctoral del CONICET. Autor del  libro recientemente publicado: “Acá no, Acá no me manda nadie. Empresas recuperadas por Obreros 2000-2010 (Tinta Limón Ediciones).
 

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