febrero 24, 2011

Si tenes una impresora al pedo y con cartuchos, el Estado la necesita. Preguntar por Cristina. Por Arturo Auregón para [D + T&M]

En nuestro artículo "El peso argentino-brasilero" del 04 de Noviembre de 2010 habíamos anticipado que el gobierno nacional había acordado con la Casa da Moeda brasilera la producción de billetes serie “S” de cien pesos.
Lo mas parecido a un prócer nacional.
Nunca quedó claro si aquello sólo se debió al “desperfecto de nuestra impresora de billetes” o una empapelada inflacionaria. Pero lo cierto es que los pesos argentino-brasileros dijeron presente en los cajeros y cuentas sueldo. A pesar de ello, durante gran parte de la franja anual de mayor gasto de dinero en efectivo – vacaciones – los medios informaban sobre la angustiosa falta de billetes; que tan mal le hace a la economía informal, pues debieron recurrir a la tarjeta de débito/crédito obligando al "morocho" a blanquear el consumo.
Mas allá de la anécdota fiscal, la contratación con Brasil de billetes se cargó al presidente de la Casa de la Moneda, Ariel Rebello, designando en su lugar a Katya Daura, esposa del Gerente de Administración del Ministerio de Economía, y evidentemente cercana al cada vez menos Amado Boudou.
El acuerdo de impresión original con Brasil, lo fue por una suma de 16,000,000,000 (si con todos los ceritos) todos de cien pesos. Ahora, se suscribió otro acuerdo, esta vez con la Casa de la Moneda de Chile que no se encuentra en su plenitud operativa, pues sus billetes los hacen en Australia. 
A su vez, los funcionarios locales, procuran por todos los medios posibles – los utilizados por Guillermo Moreno incluidos – hacerse de la imprenta Ciccone única en nuestro país que puede producir dinero.
En algún momento leí que un país expresa su soberanía, entre otros modos, a través de la independencia monetaria: ello a grosso modo implica decidir el tipo de cambio o paridad, y producir sus propios billetes.
Con las luces de bajo consumo recién encendidas, me puedo dar cuenta que ese nivel de soberanía no existe. Me pregunto: ¿Qué vamos a hacer con los próceres? Si seguimos así sólo los veremos impresos en la Billiken.

Por Arturo Auregón para [D + T&M]

febrero 21, 2011

Que no grites, cabrón! Por Federico Viale

En un reciente artículo publicado en TWJ.com (The Wall Street Journal) se explica al modo norteamericano – pragmático y conductista – cómo detectar su Ud. o el suyo, es un mal jefe.
... deja de pelotudear y laburá!!!
Me llamó la atención que se llegó a esta conclusión, en ocasión de investigar el motivo por el cual la cantidad de empleados de un laboratorio universitario – si, allá las universidades serias investigan en sus propios laboratorios con empleados, no pasantes – había crecido de 6 a 30.
Detectado el crecimiento obrero, un consultor comienza indagando si el Jefe de Laboratorios estaba preparado para el puesto, y las primeras señales que obtiene fueron: distancia personal con los empleados y falta de confianza en el trabajo que ellos realizaban. ¿Les suena?
Luego se estandarizaron los puntos que según este estudio mensuran la calidad de un jefe. Veamos cuáles son y si estamos de acuerdo. 

Fuente The Wall Street Journal. Escrito por Diana Middleton. Los expertos afirman que muchos jefes no tienen idea de la forma en que los ven sus empleados. Estas son cinco señales de que usted podría ser uno de ellos:
1. La mayoría de sus e-mails son de una sola palabra.
Quizás sea eficiente, pero muchos jefes no se dan cuenta de lo seco que puede ser un e-mail de una palabra —incluso un simple "sí" o "no"—, afirma Barbara Pachter, asesora de gerentes y autor de varios libros de etiqueta en el lugar de trabajo. Ella lo llama "el efecto BlackBerry".
"Los gerentes tienen una tendencia a ser abruptos, en especial cuando contestan e-mails al paso", indica Pachter. "Se interpreta como una invitación a generar conflictos. Agregar simplemente un 'gracias' hace la diferencia".
Algunos gerentes escriben mensajes incluso más cortos. Cuando Christina Marcus le envió por e-mail una idea para un proyecto a un ex jefe, él le respondió "S". Pensó que el jefe había cuestionado su idea y pasó 20 minutos redactando la respuesta. Resulta que la "S" significaba "sí". Marcus eventualmente se fue de la empresa.
2. Rara vez habla con sus empleados cara a cara.
Depender del e-mail puede ser conveniente, pero cada vez más los jefes usan tecnología para evitar tener conversaciones difíciles, afirma Robert Sutton, profesor de la Universidad de Stanford y autor de "Jefe bueno, jefe malo".
"Nadie quiere hacer el trabajo sucio, pero es el trabajo de un jefe enfrentar los temas difíciles", afirma Sutton. Pasar tiempo cara a cara genera confianza con los empleados, agrega Pachter.
Ricky Gervais interpretó al mal jefe por excelencia en la versión original de "The Office", que se transmitió en Inglaterra entre 2001 y 2003.
3. Sus empleados se enferman muy seguido.
Los empleados son capaces de simular estar enfermos para evitar un mal jefe, afirma Sutton. Pero hay evidencia de que un mal jefe puede ser malo para su salud. Un estudio sueco de 2008 que monitoreó a más de 3.000 hombres a lo largo de 10 años descubrió que los hombres que indicaron que tenían un mal jefe en el trabajo presentaban un 20%-40% más de probabilidades de sufrir un ataque al corazón.
4. Su equipo trabaja horas extra, pero aún así no llega a cumplir las metas.
Los jefes nuevos son particularmente propensos a trazar metas inalcanzables para sus empleados, afirma Gini Graham Scott, autor de "Una guía de supervivencia para trabajar con malos jefes".
Una ejecutiva de recursos humanos en una firma de Nueva York que prefirió no ser nombrada porque actualmente busca un puesto nuevo, afirma que comenzó a trabajar 15 horas diarias luego de la llegada de su nueva jefa. Lo primero que hizo su jefa: prometerles a los clientes fechas de entrega más exigentes. "Le decía al cliente: 'Podemos tener esto listo en tres días', lo que era imposible", afirma esta mujer.
5. Usted grita.
Incluso si no les grita cuando está enojado a sus empleados, hablar fuerte puede dañar la moral del ambiente laboral, afirma Pachter. "Los empleados sentirán todo el tiempo que los están regañando, y evitarán enfrentarlo (al jefe) si llega a haber un problema", sostiene.
En uno de los empleos pasados de Marcus, todos los debates se convertían en un foro público, relata. "Mis jefes gritaban libremente en la oficina, incluso cuando no estaban enojados", dice. "Cargaba el ambiente y realmente afectaba la productividad, en especial cuando uno intentaba descifrar a quién debía estar escuchando”.-

febrero 18, 2011

El dinero SI hace a la felicidad.

"El que diga que el dinero no puede comprar la felicidad es porque no sabe dónde ir de compras". Éste es un texto que se puede leer en muchas pegatinas y camisetas. Pero, ¿cuál es exactamente la relación entre dinero y felicidad?
Por un lado, la relación resulta obvia. Nadie puede negar que tener suficiente dinero para cubrir las necesidades básicas –alimentos, abrigo y vivienda- te hace más feliz, o al menos te libera del estrés que conlleva vivir bajo serias restricciones. Y cuanto más dinero tienes, más cosas que te proporcionan felicidad puedes comprar, ya sea el iPhone4, un coche nuevo o una bufanda de cachemir. Por otro lado, esos objetos materiales no suelen proporcionarnos la misma felicidad que, por ejemplo, pasar la mañana con tus hijos en la playa o mantener una buena conversación con un viejo amigo.
"La relación entre dinero y felicidad es complicada", dice Ed Diener, profesor emérito de Psicología en la Universidad de Illinois, que investiga sobre temas de cuantificación de la felicidad. "A igualdad de condiciones, tener más dinero siempre va a ser bueno. Pero aunque el dinero te puede hacer más feliz hay cosas que introducen complejidad en dicha correlación".
Efectivamente, tener más dinero nos hace más felices, pero la felicidad también depende de otras cosas, como vivir -o no- en un país económicamente avanzado, el modo en que gastas tu dinero, cómo comparas tu riqueza con la de los demás o qué importancia le concedes a tu tiempo.
En la década de los 70 se podían contar con los dedos de una mano los investigadores que estudiaban el tema de la felicidad humana, y existían muy pocos datos fiables que cuantificasen el bienestar individual o nacional. Por aquél entonces los estudios sugerían que por encima de determinado mínimo los ingresos sólo tenían un modesto efecto sobre la felicidad. En cualquier sociedad la gente rica era más feliz que la gente pobre, pero los ciudadanos de países ricos no eran mucho más felices que los ciudadanos de países de riqueza media e incluso pobres. Este resultado, conocido como la Paradoja Easterlin en honor de Richard Easterlin, el economista que observó esta relación por primera vez, sugería que era el ingreso relativo –y no absoluto- el que estaba vinculado a la felicidad. En otras palabras, lo que importa es tener lo mismo que el vecino.
Las investigaciones sobre la felicidad han recorrido mucho camino desde entonces. Hoy en día se dispone de mejor información y muestras mucho más representativas para cuantificar tanto los niveles personales como nacionales de felicidad. Asimismo, mucha más gente trabaja en este campo –desde economistas a sociólogos y psicólogos-, y ahora la mayoría están de acuerdo en el fuerte vínculo existente entre el nivel de desarrollo económico de un país y la felicidad de sus ciudadanos.
De hecho, los líderes políticos –incluyendo el primer ministro británico David Cameron y el presidente francés Nicolás Sarkozy-, han declarado que puede que la felicidad sea la clave para mejorar el modo en que se cuantifican los estándares de vida de un país. En su opinión, en lugar de tener en cuenta únicamente el producto interior bruto -la cantidad de bienes y servicios producidos en el país-, también deberían considerarse otros factores como el grado de satisfacción que tienen los ciudadanos con sus vidas.
No obstante, resulta muy complicado precisar la conexión entre dinero y felicidad, aunque sea una definición muy sencilla e universal. Algunos críticos señalan que averiguar cómo determinar el éxito de un país a través de su bienestar resultaría igual de complicado.
País a país
Los profesores de Empresa y Políticas Públicas de Wharton Betsey Stevensony Justin Wolfers, y el estudiante de doctorado Daniel Sacks han desenterrado todos los estudios multinacionales sobre bienestar a los que han tenido acceso y los han cruzado con las estadísticas internacionales sobre desarrollo económico disponibles. Los datos recopilados por este equipo cubren un total de 40 años, 155 países y cientos de miles de individuos. Los resultados muestran que "existe una relación robusta entre el bienestar y el desarrollo económico", explica Wolfers. Esta investigación está publicada en un artículo titulado "Subjective Well-Being, Income, Economic Development and Growth" (“Bienestar, renta, desarrollo económico y crecimiento subjetivos”).
El dinero está estrechamente asociado con el bienestar, un resultado que se sostiene cuando se compara la felicidad de dos individuos dentro del mismo país -donde uno es el 10% más rico que el otro-, o la felicidad media de dos países –donde la renta per cápita de uno supera en un 10% a la del otro-. "La paradoja de Easterlin intuitivamente tiene sentido, pero parece ser que los resultados obtenidos en las investigaciones sobre felicidad del pasado no eran hechos, sino más bien cosas que deseábamos que fuesen ciertas", señala Wolfers. "Se trataba de una hipótesis tremendamente tranquilizadora; nos permitía dormir mejor por las noches sin preocuparnos por el sufrimiento humano en Burundi, ya que sugería que la gente en Burundi era simplemente tan feliz como nosotros".
Easterlin, que da clases en la Universidad de Southern California, no se ha retractado. El mes pasado publicaba un nuevo artículo en el que concluía que en 37 países del mundo, pobres y ricos, los niveles de bienestar no habían aumentado al mismo ritmo que sus niveles de renta en el largo plazo. Así, en Chile, China y Corea del Sur, la renta per cápita se había duplicado en veinte años pero los informes mostraban incluso ligeros retrocesos en los niveles de satisfacción de los ciudadanos con sus vidas.
Sin embargo, Wolfers sostiene que el crecimiento económico contribuye a financiar las inversiones en investigaciones científicas asociadas a vidas más saludables y longevas. Wolfers señala varios indicadores económicos que tienen una fuerte correlación con lo que la gente entiende por bienestar. La mortalidad infantil es uno de ellos. En Estados Unidos la probabilidad de que un recién nacido fallezca antes de los cinco años ha disminuido considerablemente a lo largo de los últimos 50 años: hoy en día la probabilidad es 7,8 por cada mil nacidos, mientras que en 1960 dicha cifra era del 30 por mil. En Burundi, uno de los países más pobres del mundo (y que está situado en las últimas posiciones en todos los ranking sobre felicidad en el mundo), la mortalidad infantil en la actualidad es 166,3 por mil, según datos del Banco Mundial.
En los últimos 30 años, la esperanza de vida en Estados Unidos ha aumentado prácticamente un año cada década. Hoy en día, si los patrones de mortalidad actuales se mantienen, se espera que un recién nacido estadounidense por término medio cumpla los 78,44 años (en 1970 dicha cifra era 70,81 según el Banco Mundial). En Burundi la esperanza de vida media es 50,43.
"Se han producido diversas transformaciones", dice Wolfers. "La mayor productividad de Estados Unidos significa que disponemos de opciones que nuestros amigos de Burundi no tienen. Y dichas elecciones están a nuestro alcance gracias a nuestro mayor nivel de compra".
En opinión de Wolfers, la renta relativa es importante, pero sólo en los extremos. "Parece que lo único que nos importa es tener lo mismo que el vecino. Pero si el vecino vive en un país rico y tú también, los dos estáis más felices de lo que estarías viviendo en un país pobre. Los niveles de desarrollo económico son muy diferentes de país a país. La pequeña satisfacción que sientes cuando superas al vecino realmente no tiene importancia en un país como Burundi, donde tu preocupación es que tu hijo se está muriendo".
No obstante, a la gente lo que le preocupa es su posición y estatus relativo. Según Sonja Lyubomirsky, profesora de Psicología en la Universidad de California, Riverside, que estudia el bienestar humano, en Estados Unidos las comparaciones y juicios relativos importan mucho. "Las investigaciones sugieren que sólo cuando te recortan el sueldo, o pierdes tu trabajo, te muestras considerablemente menos satisfecho con tu vida", explica. "Pero cuando todo el mundo empeora tus niveles de satisfacción siguen más o menos igual".
Un conocido estudio de hace una década revelaba que la gente prefiere vivir en un mundo en el que su salario anual fuese 50.000 dólares y el de los demás 25.000, que en un mundo en el que ganase 100.000 dólares y los demás 200.000. "Para algunos este resultado muestra el lado oscuro de la naturaleza humana, pero para mí revela una verdad demasiado humana: nos preocupan más las comparaciones sociales, estatus y posición que el valor absoluto en nuestra cuenta bancaria o nuestra reputación", señala Lyubomirsky.
Pero independientemente del dinero que tenga cada uno hay estrategias de consumo que maximizan nuestra felicidad individual. Por ejemplo, gastar dinero en los demás, bien sea un acto filantrópico o invitando a un amigo a comer, nos hace más felices que gastar dinero en nosotros mismos. Gastar dinero en cualquier cosa que fomente el crecimiento personal –clases de francés o de cocina-, o en actos sociales suele hacernos más felices que gastarlo en aventuras en solitario.
Gastar dinero en muchas pequeñas cosas en lugar de una única cosa grande también nos hace más feliz. "El motivo es que si gastas tu dinero en una sola cosa de gran valor te acostumbras, pero con muchas cosas de pequeño valor se producen más periodos de adaptación así que la felicidad dura más tiempo", dice Lyubmirsky.
Gastar dinero en experiencias –por ejemplo un viaje especial-, en lugar de posesiones también nos hace más feliz. "Las experiencias que sean sociales… probablemente se recuerden más y no son comparables", añade. “No sabes si tu vecino tuvo una luna de miel mejor que la tuya".
El enfoque filosófico
No obstante, cuando se pregunta a la gente una variación de la cuestión "¿Qué te hace feliz?", para la mayoría el dinero no ocupa una de las primeras posiciones. Según el profesor de Gestión de Wharton Stewart Friedman, en general, los encuestados suelen responder cosas como cultivar relaciones de calidad con amigos y familia, hacer una contribución positiva al mundo o "tener tiempo para ellos mismos, para recuperarse y rejuvenecer".
Friedman, cuyas investigaciones se centran en la intersección entre el comportamiento organizativo y la integración familiar y laboral, da clases sobre liderazgo a partir de su experiencia de dos años en Ford. En las clases guía a estudiantes a través de diversos ejercicios para que identifiquen cuáles son sus principales valores y sepan reconocer qué es lo que más les importa; luego les ayuda a averiguar cómo gestionar su trabajo, familia y compromisos con la comunidad para que sus vidas y valores estén en la misma línea. "Los resultados que la gente espera tienen mucho que ver con su bienestar y felicidad", dice. "Quieren contribuir a que el mundo sea un lugar mejor, un lugar más seguro. Reconocen la importancia de las intenciones".
En opinión de Diener, científico senior en Gallup, después está el tema de cómo definen los individuos la felicidad. Este verano Gallup realizaba una encuesta a nivel mundial a más de 136.000 personas en 132 países que incluía preguntas sobre la felicidad y la renta. También había cuestiones sobre su renta y estándares de vida, sobre si sus necesidades básicas de comida y vivienda estaban cubiertas, qué tipo de bienes poseían y si sentían que sus necesidades psicológicas estaban satisfechas. La encuesta incluía una evaluación global de sus vidas, ya que pedía a los entrevistados que evaluasen su vida de diez (la mejor posible) a cero (la peor posible). También preguntaba si se sentían respetados, si tenían familias y amigos con los que poder contar en caso de dificultad, y lo libres que se sentían a la hora de elegir sus actividades diarias.
Los resultados muestran que aunque la satisfacción normalmente aumenta con la renta, las sensaciones positivas que se experimentan en el día a día no siguen necesariamente la misma pauta. "Observando el nivel de satisfacción de nuestra vida –cuando miramos hacia atrás y la evaluamos-, la gente podría decir En general está bastante bien. Estoy casado/a, tengo trabajo, tengo salud. Se puede ver una fuerte correlación en todas partes del mundo entre la renta individual y nacional y los niveles de felicidad", explica Diener. "Por otro lado, cuando estudias la felicidad asociada a determinados momentos -¿disfrutas con tu trabajo? ¿Estás aprendiendo cosas nuevas? ¿Estás pasando tiempo con tus amigos?- entonces apenas existe correlación con el dinero. Esta felicidad está fuertemente asociada con otros factores, como sentirse respetado, tener autonomía y apoyo social o tener un empleo que te llene".
Según Diener, uno de los obstáculos a la felicidad es el "problema de aspirar siempre a algo más", también conocido simplemente como materialismo. "Las aspiraciones crecen tan rápidamente que la gente se siente decepcionada con la cantidad de dinero que gana porque siempre quiere más", señala. "Todos los días vemos en la televisión películas y programas sobre gente que gana un montón de dinero y compra yates de 20 millones de dólares. Es algo que ocurre en todas las partes del mundo; nuestro informe nos dice que en los países en desarrollo hay más gente que tiene televisores que agua potable en sus casas. Los medios de comunicación han aumentado rápidamente las aspiraciones de la gente".
Después también está el tema de cómo has conseguido el dinero, cómo lo gastas y cómo empleas tu tiempo, señala Diener. "Si tienes dinero porque eres el abogado de una gran empresa, trabajando 80 horas a la semana, entonces posiblemente estés cansado. Trabajas muchas horas y en tu vida no tienes mucho tiempo para otra cosa que no sea el trabajo. Posiblemente te gastes tu dinero en una niñera, una asistenta y todas esas cosas que necesitas para permanecer a flote, no realmente en cosas que te hacen feliz".
El tiempo, siempre presente
Cassie Mogilner, profesora de Marketing de Wharton, estudia precisamente este tema. Sus investigaciones se centran en la relación entre el tiempo y la felicidad, y estudia cómo la decisión de una persona de pensar en términos de tiempo –en lugar de dinero- puede influirle de forma que dedicará más tiempo a cosas que le hagan feliz.
En una serie de experimentos, Mogilner analizaba qué ocurría cuando los participantes pensaban sobre el tiempo, incluso fugaz o subconscientemente, y si ello tenía algún efecto sobre su comportamiento y felicidad. El primer experimento se llevó a cabo online. Se facilitaron a los participantes diversas palabras relacionadas bien con el tiempo, con el dinero o neutras, y se les pidió que creasen todas las frases que pudiesen con esas palabras en tres minutos. (Por ejemplo, en el primer grupo los participantes tenían que construir frases con términos como “reloj”, “días”, “horas”, mientras que en el segundo se enfrentaban a palabras como “salud”, “precio” o “efectivo”).
Después, se pedía a los participantes que completasen una encuesta sobre cómo tenían pensado pasar las próximas 24 horas, donde también debían evaluar cuánta felicidad les proporcionaban las actividades señaladas. Aquellos que habían estado en contacto con las palabras vinculadas al tiempo declaraban que pasarían más tiempo socializando con la familia y amigos o bien teniendo relaciones íntimas, actividades que además les proporcionaban más felicidad. Pero aquellos que habían estado en contacto con palabras vinculadas al dinero manifestaban que iban a pasar más tiempo trabajando o viajando para ir al trabajo, actividades asociadas con niveles muy bajos de felicidad.
Un segundo experimento se llevó a cabo en una cafetería muy popular entre los estudiantes universitarios. Cuando los estudiantes entraban se les pedía de nuevo construir frases con palabras relacionadas con el tiempo, palabras relacionadas con el dinero o palabras neutras. Después se les dejaba entrar. Desconocían que en la cafetería había un investigador observando su comportamiento, mirando si estaban hablando por el móvil, enviando un SMS o hablando con otras personas o bien trabajando con sus ordenadores o leyendo algo relacionado con sus estudios.
Al igual que en el primer experimento, aquellos que habían estado en contacto con palabras relacionadas con el tiempo eran más proclives a estar socializando, mientras que la probabilidad de estar trabajando era mayor para aquellos que habían construido frases con palabras relacionadas con el dinero. Cuando los estudiantes abandonaban la cafetería se les preguntaba que cuantificasen su nivel de felicidad en ese momento; aquellos que habían estado socializando eran más felices que aquellos que habían estado trabajando. Los resultados de estas investigaciones aparecen en el artículo "The Pursuit of Happiness: Time, Money, and Social Connection" ("Persiguiendo la felicidad: Tiempo, dinero y conexiones sociales"), publicado en la revista Psychological Science.
La conclusión obvia es que todos necesitamos pasar más tiempo socializando con nuestros amigos y seres queridos para ser más felices, ¿no? No necesariamente, dice Mogilner. "Yo no digo que la gente deba dejar de trabajar. Para mucha gente el trabajo es una fuente muy importante de satisfacción personal", explica. "Pero mis investigaciones indican que, además de nuestras carreras profesionales, también debemos cuidar la familia y las relaciones sociales. En el margen, cuando estamos pensando en trabajar una hora más en la oficina o bien irnos a casa y pasar algo más de tiempo con nuestra familia o amigos, si optas por lo último tendrás más felicidad".

Publicado el: 09/02/2011
Fuente: The Wharton University.

febrero 12, 2011

Aca si que no se jode!!! Por Federico A. Viale para DT&M

Ejerciendo mi derecho a controlar a las autoridades, pues de peticionar ni hablar, doy vueltas por el historial laboral de algunos representantes del pueblo – léase diputados nacionales – y me concentro puntualmente en uno originario de Santa Fe, integrante del ARI local que como un gran porcentaje de los electos, es docente y con amplia militancia gremial. Realmente una paradoja que en otra oportunidad comentare.
Lo que mas me llamó la atención de esta legisladora, fue un proyecto de su autoría, mediante el cual propone la incorporación al Código Penal – ni mas ni menos – de todo un capítulo dedicado a los delitos contra la seguridad en el trabajo.
Con que sus empleados no utilizaban el casco eh?...
Sin perjuicio que no queda demasiado claro cuál es el bien jurídico protegido, si la vida, si la seguridad física o el trabajo, lo cierto es que esta pretendida modificación asusta un poco, sobre todo cuando se aumentan penas como si se tratara de salarios-multa; y principalmente cuando se pretenden incorporar criterios restrictivos de determinación de la culpabilidad como lo es la tipología penal, con las excesivamente favorables presunciones pro trabajadores que operan en el tuitivo derecho del trabajo.
Transcribo abajo para los interesados el proyecto de ley, que espero quede sólo en eso, de lo contrario que Dios y la Patria se lo demanden.

N°7968-D-2010 del 03/11/2010
CODIGO PENAL. INCORPORACION DEL CAPITULO V "DELITOS CONTRA LA SEGURIDAD EN EL TRABAJO", AL TITULO VII DEL LIBRO SEGUNDO.
Articulo 1º.- Incorpórase al Título VII del Libro Segundo del Código Penal y a continuación de su artículo 208, un Capítulo V bajo el epígrafe y con el articulado siguientes:
Capítulo V
Delitos contra la seguridad en el trabajo
Artículo 208 bis: - Serán reprimidos con prisión de dos a seis años e inhabilitación especial por cuatro a diez años, con independencia de las sanciones patrimoniales que establezcan otras leyes, los que estando legalmente obligados no exijan o faciliten los medios o procuren las condiciones para que los trabajadores a su cargo desempeñen su actividad con las medidas de seguridad e higiene exigibles, con infracción de las normas reglamentarias y poniendo en peligro la vida o la salud psicofísica de éstos.
Los máximos de las penas se elevarán a ocho años de prisión y doce de inhabilitación especial si del hecho resultare lesión al trabajador, y a diez y quince años, respectivamente, si el resultado fuese de muerte.
Cuando los hechos incriminados en los párrafos precedentes acontecieren con motivo de relaciones laborales no registradas, se incrementarán en tres años los mínimos y los máximos de las penas de prisión previstas para los distintos supuestos.
Artículo 208 ter: Quien actuando como directivo u órgano de una persona jurídica o en representación legal o voluntaria de ésta tuviere algún grado de participación - mediata o inmediata, activa u omisiva - en los hechos incriminados en el artículo precedente, responderá personalmente, aunque no concurran sobre sí individualmente sino en la entidad en cuyo nombre obrare las condiciones, cualidades o relaciones que el tipo penal requiera para poder ser sujeto activo del mismo.
Artículo 208 quater: Admitida judicialmente la formación de proceso sobre las conductas contempladas en los artículos precedentes, se suspenderán los procedimientos que la autoridad administrativa laboral instruyere por la misma causa; salvo las medidas preventivas y cautelares que ésta disponga con arreglo a la normativa de su ámbito específico de competencia. La resolución judicial sobre la existencia y calificación penal de los hechos sometidos a proceso hace cosa juzgada en sede administrativa.
Artículo 2º: De forma.

febrero 09, 2011

"...certificación de servicios y haberes a su disposición" Por Federico A. Viale para DT&M

Tratando de comprender el motivo de algunas im-posiciones judiciales, hoy me di de frente con el excesivo celo que algunos tribunales están guardando en la aplicación de la sanción prevista en el art. 80 CPL, aunque no se den los presupuestos exigidos por la norma para su determinación.
A veces resulta que la norma es mas beneficiosa que la interpretación que de ella hacen algunos sentenciantes.
Así, en reiterados fallos se condena al empleador al pago de la sanción del art. 80 motivada en la falta de consignación judicial de la certificación de trabajo y servicios entendiéndose que “La puesta a disposición del certificado de trabajo es insuficiente para considerar cumplida la obligación prevista por el art. 80 LCT e impide considerar que el empleador haya tenido verdadera voluntad de entregar la documentación” CNTRAB. Sala IV, Junio 30-2010 – Alemanni, Nelson G c. Terra Networks Argentina S.A. s/Despido. TySS ´10-711.
Sin perjuicio que el fallo de referencia es más jugoso respecto de otra cuestión – procedencia de horas extraordinarias dentro del estatuto del periodista – no deja de preocuparme que ya sea costumbre judicial interpretar la voluntad de todo empleador como contraria a los intereses de los trabajadores.
Resulta ya de rito que como consecuencia de un distracto conflictivo, por defecto de todo aquel que no resulte consensuado, el empleador “ponga a disposición” del trabajador despedido la certificación prevista en el art. 80 LCT. Esto es así por varios motivos; el tiempo necesario para confeccionarlo, evitar incurrir en la sanción prevista en la LCT – 3 salarios mejores, normales y habituales – y cumplir con el deber de diligencia e iniciativa previsto en el art. 79 LCT. Fue de rito también, y utilizo el pasado por esta nueva “escuela plus-exégeta”, que el certificado de trabajo se entregaba, salvo necesidad u oportunidad, en ocasión de la audiencia del art. 51 CPLSF. Que claro está, debería fijarse según un término de tiempo que resulta ridículo transcribir. Por ello, la exigencia judicial – principalmente los tribunales nacionales – al empleador respecto de consignar la certificación de servicio, cuando el trabajador no la ha retirado, no sólo impone una carga sobre el empleador que éste no tiene deber de soportar; sino que relativiza el valor que de la certificación del art. 80 debería tener el trabajador; pues de él surgirán datos tales como años de servicio, categorías, aportes efectuados, etc. A menos que pretenda jubilarse sin aportes, este documento posee mayor relevancia para el trabajador que para el obligado a entregarlo.
La obligación de entrega nace cuando el trabajador o sus derechohabientes por medio fehaciente, solicitan la certificación al empleador, debiendo éste entregarla si o si en ocasión de la extinción del contrato de trabajo y a la época de dicha extinción. Remarco acá dos cuestiones: la primera el artículo refiere a “la época” entiéndala como aquel transcurso de tiempo que naturalmente ocurre entre el inicio y la conclusión de un hecho. La segunda, el artículo la describe como una obligación de carácter contractual “de hacer”.
La extinción de una obligación de hacer, su cumplimiento – pago – según el art. 747 del Código Civil, deben ser cumplidas en el lugar designado en la obligación...donde éste existía al tiempo de contraerse la obligación…en el domicilio del deudor al tiempo del cumplimiento de la obligación: ¿Cuál será este sino aquel donde el trabajador desarrollaba sus tareas?
El pago por consignación, mediante depósito judicial, restringe su eficacia en este tema, a cuando el acreedor – trabajador – no quisiera recibir el pago ofrecido por el deudor. En tal caso, debese entender que el trabajador que fue fehacientemente intimado a retirar su certificación de trabajo y obliga al empleador a consignarla al menos se opone a recibir el “pago de la obligación”. En ese caso, debe éste soportar la carga en costas que implica toda consignación judicial, pues aquí remitimos a una cuestión básica en costas: ¿quién obliga al movimiento jurisdiccional? Ello sin perjuicio de analizar si el trabajador puede negarse a recibir la certificación, que es harina de otro costal.
Lo dicho, resulta escueto no por falta de ideas, sino de espacio. Y principalmente para respetar la idea contemporánea de transmisión de conceptos: cortos y concretos. Pero es una discusión que ha quedado planteada y debe darse pues la sanción prevista no es menor, en algunos casos fue superior que lo que se ha abonado bajo el rubro antigüedad; a la vez que no reconoce fundamentos sólidos en su imposición.
La justicia no sólo consiste en dar a cada uno lo suyo, sino a exigir de cada uno aquello a lo que se encuentra obligado. 

febrero 02, 2011

Cuando tener mas de treinta y ser mujer resulta una ventaja laboral.

Los hogares con todos sus miembros sin empleo vuelven a subir y los parados de larga duración pasan de los dos millones 14 años después
El persistente deterioro del empleo a lo largo de los últimos tres años se ha cebado principalmente entre los jóvenes y los mayores de 45 años. Mientras, en el lado contrario, las mujeres han aumentado su incorporación al mercado laboral y han resistido mejor el batacazo económico. Así, frente al descenso en el número de hombres con trabajo en 166.000 personas, un 1.60% intertrimestral menos, la ocupación entre las mujeres vuelve a aumentar por segundo trimestre consecutivo en 27.900 trabajadoras, un 0.34%, lo que ha permitido enjugar en parte la destrucción de empleo del tercer trimestre del año.
La caída de España en la recesión aceleró la tendencia de la entrada de la mujer en el mercado laboral que se viene registrando en las últimas décadas. La razón, que la pérdida de puestos de trabajo durante los últimos tres años se ha centrado en los hombres, muchos de ellos, cabeza de familia, lo que ha llevado a las mujeres a ponerse a buscar trabajo. Según se desprende de los datos de la Encuesta de Población Activa publicada hoy por el INE, el número de mujeres que ha entrado en el mercado laboral ha vuelto a subir en 84.700 entre octubre y diciembre de 2010 hasta un total de 10,3 millones, un 11,7% o un millón más que en 2007. En el mismo tiempo, los hombres que se han puesto a buscar trabajo han sido unos 100.000, un 0,7% más. Si reducimos la comparación solo a 2010, el resultado es más relevador, ya que solo aumenta la población activa entre las mujeres, en su mayor parte mayores de 45 años.
Sin embargo, no todas han logrado encontrar un trabajo, ya que el desempleo también aumenta entre las mujeres. De hecho, ante el mayor número de ellas que se han puesto a buscar un empleo, principalmente mayores de 35 años y casadas, para paliar la falta de ingresos por la falta de trabajo en el resto de los miembros de sus familias, el paro entre las mujeres aumenta en el último año más que entre los hombres -un 2,7% frente a un 2,6%-.
En cuanto al perfil de las mujeres que sí han encontrado un empleo en el cuarto trimestre de 2010, solo aumenta la ocupación entre las mayores de 30 años. Por su ocupación, la mayoría de mujeres que han logrado un puesto de trabajo es en la categoría de técnicas profesionales; mientras baja el de servicios, restauración o el colectivo de no cualificadas por la restricción de los contratos en el turismo.
Para el catedrático de la Universidad de Valencia Javier Andrés, es destacable que, a lo largo que avanza la crisis, se van equiparando las tasas de empleo, paro y actividad entre ambos sexos. Según sostiene, los datos apuntan a que las mujeres son más fáciles de contratar en el actual modelo laboral.
Además, fuera ya de la división por sexos y vinculado a la falta de oportunidades de los menores de 25 y de los mayores de 45, se ha agravado la situación de los dos colectivos más desfavorecidos ante la crisis y que tienen un mayor impacto en el aumento de la pobreza de las familias españolas: los parados de larga duración y los hogares que tienen a todos sus miembros en disposición de trabajar sin empleo.
Por lo que respecta a los primeros, las personas que llevan más de un año buscando un trabajo sin encontrarlo ha vuelto a superar, 14 años después, la frontera psicológica de los dos millones a cierre de 2010, según los datos de la EPA que ha publicado hoy el INE. En este apartado, además, se da la circunstancia de que baja el peso de las desempleadas entre el paro de larga duración. Si en el tercer trimestre había tres mujeres por cada cinco personas que entraban en este apartado (57%), a cierre de 2010 había aproximadamente una mujer por cada hombre con más de un año en el paro (50%).
En opinión de Javier Andrés, el hecho de que la mitad de los parados que hay en España lleven más de dos años sin ponerse a trabajar crea un grave problema de futuro, "ya que una vez desenganchado cuesta mucho volver". "Son vistos con recelo" por parte de las empresas a la hora de contratar", algo que se prolongará también cuando la economía se recupere, ha añadido.
En el segundo caso, el número de hogares con todos sus miembros en condiciones de trabajar pero sin empleo ha vuelto a subir en el último tramo del pasado año tras el alivio del trimestre anterior, cuando bajó por primera vez desde el inicio de la crisis en 2007. En concreto, los núcleos familiares en esta situación ha aumentado en 35.600 familias, un 2,7% más, frente a septiembre. Con respecto a finales de 2009, el avance ha sido del 8,85% o 107.900 hogares más.
Tras este nuevo incremento, las familias sin nadie trabajando aumentan hasta el 10% del total de hogares con al menos uno de sus miembros en condiciones de trabajar, dos puntos porcentuales y medio más que en el tercer trimestre. Frente al total de familias, el porcentaje baja al 8%. Por el contrario, el número de hogares en los que todos sus activos están ocupados desciende en 39.400, hasta 9.220.700.
Fuente: ÁLVARO ROMERO 28/01/2011 para el Diario Global El Pais-Madrid