marzo 14, 2011

De lo trucho lo peor. Por Arturo Auregón.

En algún momento recordé nuevamente aquel anuncio que decía “es marketing Tursini” cuando noté que de cada 10 personas, al menos 6 llevaban puesta una gomita en la muñeca.
La pulserita de mención, promocionada en Argentina con la marca powerbalance, es pura y únicamente una estrategia de marketing. Otros, con menos paciencia podrían llamarla estafa generalizada, pero no me interesa tanto que las personas sean tontas y compren cualquier cosa, como que una campaña a nivel global llegue a atentar contra el sentido común; mi permanente defendido.
“Todo empezó en 2007. Troy y Josh Rodarmel, dos hermanos en la treintena residentes en Orange County, California, lanzaron al mercado la pulsera Power Balance. El propio Josh explicó el invento a la revista deportiva Slam: "Hemos introducido en hologramas frecuencias que reaccionan positivamente al campo magnético del cuerpo. Todo tiene una frecuencia, al igual que los móviles, el wifi, las ondas de radio y cosas del estilo, y todas reaccionan entre sí. Hay frecuencias que reaccionan negativamente con el cuerpo, pero otras lo hacen positivamente. Hemos descubierto cómo meterlas en un holograma que, en contacto con el cuerpo, te proporciona equilibrio, fuerza y flexibilidad.”
“Para promocionar su invento, los hermanos Rodarmel, surfistas amateur, repartieron 50.000 pulseritas entre los asistentes a una feria de deportes de acción de San Diego. También regalaron ejemplares a algunos de sus amigos, como Mark Sánchez, del equipo de fútbol americano New York Jets. Después ficharon a más deportistas, como el baloncestista Shaquille O'Neil o el piloto de fórmula 1 Rubens Barrichello. Y la pulsera empezó a rular de muñeca en muñeca.” Así lo cuenta El País de Madrid.

En nuestro país, empresas de primera línea, algunas multinacionales, jefes y gerentes todavía tostados por la resolana veraniega de las vacaciones, ostentaban en sus muñecas las pulseritas a modo de pases VIP hacia una vida equilibrada y sin conflictos. Una vida exclusiva.
Se podía ver en alguna kitchenette a éstos, haciendo la prueba del equilibrio, confirmando con mirada invencible, que la porquería que se compró por $150,00 pesos sirve al menos para no caerse cuando hace fuerza.
Un estudio realizado por la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte de la Universidad Politécnica de Madrid con 79 voluntarios, determinó que las pulseras Power Balance no tienen efecto alguno sobre nuestro equilibrio.
Hasta ahora tenemos a dos “surfistas amateur” léase dos holgazanes de 30 años que se levantan al medio día para ir a la playa justificando con la tablita una actividad que les permite estar todo el día al sol. Un “invento secreto” sin fundamento científico. Un producto terminado de dudosa estética, pero con muchos colores. Varios famosos – populares les gusta llamarse – que los utilizan promocionándolas entre sus fans. Mas de 350,000 unidades vendidas sólo en España a un costo promedio de 35 euros… es decir ¡€ 12,250,000!
Un diagrama sería: idea+producto+marketing=ingresos.
Lo peor de todo, consiste en que estas pulseras, ya truchas de por si, tienen su versión re-trucha.
Esto me hace acordar a un hecho lamentable por su desarrollo y desenlace. En los inicios de la telefonía celular argentina, un señor sufrió un ataque cardíaco en pleno centro porteño. Varios transeúntes, movidos por sensibilidad humana que todavía les permitía involucrarse, se aceraron para ayudarlo, y tomaron el teléfono celular del señor – pues no era tan común como ahora tener uno – para poder llamar a una ambulancia o servicio de emergencia. Lamentablemente, el sujeto obitó (diría el informe policial), y lo mas lamentable, es que la ambulancia nunca pudo ser llamada porque el teléfono celular era de juguete.
Con este tema pasa algo más o menos parecido, sin el desenlace trágico. He visto con mis propios ojos, los dos, a un vendedor callejero, sacar de una caja de alfajores guardada dentro de su “renoleta” una especie de llavero de carcelero con cientos de estas pulseritas colgando. Ese día, por la principal avenida de la costa, se había organizado una maratón, de esas que están tan de moda ahora y que antes las corrían solo los etíopes o somalíes y sin tanta parafernalia. El sujeto acomodándose la bermuda para que supere la raya de sus glúteos, se acerca al pelotón pronto a partir y a la voz de “la pouerbalan” vende a-y-a-los pavotes esas gomitas que lo único que tenían de real era su peso. El trabajo le llevó 20 minutos, lo que tardan los runners en calentar. Volvió a la chata al menos dos veces.
No podría calcular cuantas vendió, porque sería demasiado dato, pero cada una costaba $40,00 y les puedo asegurar que esos minutos vendió al menos mas de 50.
Siguiendo la lógica diagrmática anterior. Un oportunista, un producto (la pouerbalan), el marketing (a cargo de la verdadera pulserita) y el momento = dinero.
Esa mañana el ñato este vendió $100,00 por minuto. Se llevó $2,000,00 por un pedazo de gomita.
No suele interesarme lo que ganan los demás, y no es el tema de este articulo, pero convengamos algo: cuando la ganancia se obtiene de esta forma, no se si preocuparme por el estafador o el estafado.
En realidad no se si preocuparme… mejor me voy a comprar una para no quedarme afuera… no vaya a ser que sea verdad.
Por Arturo Auregón para dtym.com.ar

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